Las tortugas se enfrentan a numerosos factores que pueden acabar significando su desaparición, como es el caso de la contaminación de las aguas de los océanos, la pesca masificada, el cambio climático y el comercio ilegal de sus caparazones y huevos.
Tanto es así que seis de las siete especies de tortugas marinas están consideradas como en peligro de extinción, como ahora las tortugas carey y las bastarda, que se encuentran en peligro crítico, como apunta la Lista Roja de La Unión Internacional por la conservación de la Naturaleza (UICN). En peligro moderado se encuentran la tortuga verde y las tortugas laúd, las bobas y las oliváceas, como vulnerables.
Las amenazas para la recuperación de esta especie de tortuga se ven encabezadas por la captura y matanza de estos ejemplares con motivo de su caparazón, que se vende a altos precios para hacer pinzas para el pelo, cepillos o joyas. El comercio de los caparazones es ilegal desde hace más de veinte años, pero algunos países, como Cuba, han tratado de volver a abrirse a este mercado.
La caza ilegal de tortugas carey supone un problema importante en la zona del Pacífico y especialmente en algunos países americanos, donde su caza no está contemplada como fuera de la ley. Es algo que sucede en las Islas Caimán, Cuba o las Islas Vírgenes Británicas. Además, en otros lugares como Jamaica, la caza es ilegal, pero la venta de los huevos y caparazones no son penados por la ley.
Es la segunda tortuga más pequeña de las especies marinas. Tienen la peculiaridad de que casi el 95% de su población de hembras vuelve a una playa en concreto de Rancho Nuevo, en Tamaulipas, con la finalidad de anidar. Esto hace que sea mucho más fácil realizar la captura de sus huevos, su mayor amenaza desde los años 70.
Actualmente se calcula que sólo existen unos 1.000 ejemplares de esta especie, ya que su población se ha visto drásticamente mermada en las últimas décadas. Los datos recogidos indican que en el año 1947 llegaron a la costa de Rancho Nuevo unos 42.000 ejemplares, una cifra que en los años 80 bajó hasta los 700 anidamientos.
Es una de las especies de tortuga marina con mayor protagonismo en el Mediterráneo, lo que también implica que es una de las tortugas con mayor índice de capturas accidentales o accidentes con embarcaciones. Pese a que está incluida en numerosos listados de protección a nivel internacional, no hay indicios claros de recuperación de la especie. Esto se debe, principalmente, a que las aguas del Mar Mediterráneo se encuentran en exposición constante a vertidos tóxicos que inciden sobre el hábitat, la alimentación y la reproducción de las tortugas verdes.
Existen muchos programas de voluntariado que se encargan de promover la protección de las tortugas en época de anidación, como es el caso de AdventureVolunteer, cuyos voluntarios se encargan de garantizar la seguridad de las hembras que ponen sus huevos en las costas y de liberar a las crías una vez nacen.
Esta especie de tortuga es una cuya población está disminuyendo con mayor rapidez. Las amenazas a las que se enfrentan están ocasionadas tanto por la incidencia del ser humano como por desastres de carácter natural. Las zonas más importantes para la puesta de huevos de estas tortugas es el Mediterráneo Oriental, sin embargo, debido a la fuerte presión turística que se realiza en las costas de esta zona, las tortugas bobas ven en riesgo su éxito reproductivo.
Sólo en la última década se ha visto un descenso de la población de tortugas bobas que se marca en un 40% del número de ejemplares, en especial debido a redes de arrastre o de deriva, pesca masificada y palangreros.